No he sido el primero ni el último que hizo la pretemporada solo, esperando estar a punto para los comienzos de los entrenamientos de febrero. Y los veranos, siempre junto al mar, mi casa y mi cuna, me vieron correr por las mañanas bordeando la playa, cumpliendo etapas y llevando tiempos. Y cuando el calor agobiaba, la noche -más fresca- me veía pasar por las mismas calles, firme el paso, rítmica la respiración, haciendo las levantadas de 400 metros que me daban ese aire extra para un juego tan especial, mezcla de aeróbico y anaeróbico. Y es por eso que los deportistas de rugby tenemos ese cuerpo que seguro tenían los gladiadores romanos, músculo, oxígeno, potencia y velocidad. Cada uno en su biotipo.
Por eso me imagino, donde quiera que estén los jugadores de rugby, corriendo por las sierras y los llanos, la arena o la piedra, preparando el templo del cuerpo para la batalla del año. Es el tiempo de prepararse para estar diez puntos; para que los preparadores físicos nos encuentren en Febrero en la mejor forma. Para que el maldito test de Cooper nos dé bien. Para que podamos aguantar el plan que nos tienen preparado para ese año.
Después de unas cortas vacaciones de rugby, se viene el tiempo de hacer fondo, de empezar con todo aunque la pelota quede lejos (en vacaciones nunca está demasiado lejos) y de pensar qué es lo mejor que le podemos dar a nuestro club, cada uno en su lugar. Como todos los años.

La pluma del Ruck
Marcelo Mariosa
Publicado en el Boletin After XV
10/12/2009
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